martes, 10 de marzo de 2015

Centro Cultural "El Refugio", San Pedro Tlaquepaque, Jalisco, México


Por Claudia Solano

“No es ni tan viejo, ni su estilo es muy definido”, comparte con sinceridad Bernardo Carlos Casas, cronista municipal de Tlaquepaque desde hace 21 años; pero el conjunto que ocupa los cruces de Prisciliano Sánchez, Donato Guerra y Florida, en el corazón de esta ciudad, tiene su historia.

Varios detalles, algunos sepultados por la idea del progreso, otros apenas visibles por el paso de los años, y otros conservados, hablan de lo que fue el Tlaquepaque decimonónico. Otros elementos se han perdido debido al saqueo entre vecinos —durante el tiempo de abandono—, y también por la ignorancia de varias personas que han estado a su cargo, como las fuentes octagonales que ornamentaban sus jardines y las bombas de agua que las hacían funcionar, o la pintura original de varios cuartos y la capilla, aunque se han hecho varios intentos por rescatarlos.

En 1984 el arquitecto Alejandro Zohn encabezó el proyecto de modificación y remozamiento, luego de muchos años en los que el inmueble, integrado por cinco casas antiguas modificadas para funcionar como hospital y albergue psiquiátrico para mujeres, estuvo a merced de vagos y pandillas. Don Bernardo Carlos nos compartió algunas fotos del estado en que fue encontrado, y que ahora le mostramos en su actualidad.

Es en esta parte donde confluyen las tres tendencias arquitectónicas del conjunto: los pilares simplones, sencillamente funcionales, surgidos en su segunda etapa de construcción, y el estilo que comparte con el Pantaleón Panduro, con bóvedas de cañón y el de la escuela, con pilares de cantera.

Antes, las plantas dominaban sus jardines y las fuentes octagonales les daban un toque sencillo de color. También podemos apreciar el piso original, de cuando funcionaba como nosocomio. El patio de la fotografía es el que hoy funciona como explanada de eventos y que actualmente está en obras, con la construcción de un domo protector.

Entre los vestigios que hablan sobre su pasado está una entrada de túnel que, a decir de don Bernardo Carlos, funcionaban como vasos comunicantes entre todo Tlaquepaque, un pueblo interconectado de manera subterránea.

En las paredes de una pequeña capilla han regresado a la superficie pedazos de su pintura original, y también se han podido rescatar frases colocadas en los pasillos. La más legible reza “Mis años pasan delante de mí como un torrente pasa rápidamente por los valles”. En un rincón del patio de la imagen está, tapado por una lámina rojiza, un acceso a una cocina subterránea. En el jardín principal permanece la única pila que no se perdió, junto al nacimiento de barro más grande del mundo. La campana y el azulejo son parte de sus detalles antiguos.

Pero tal vez la parte predilecta para los ojos, y de las más famosas de todo el conjunto, está escaleras arriba. Su azotea, llamativa por las decenas de cúpulas que alberga, es el producto de los métodos de iluminación y ventilación de aquellos tiempos.

Pequeña línea temporal

1859. Fray Luis Argüello comienza la construcción del nosocomio.

1893. Se concluye la construcción de la finca, que sirvió para albergar a las monjas Josefinas, enfermos y mujeres en necesidad de atención psiquiátrica

De 1979 a 1983 Permanece en el olvido.

1983. El inmueble es adquirido por la administración municipal

1984. El arquitecto Alejandro Zhon arranca su remodelación con la intención de instaurar el Centro Cultural El Refugio.

1985. Guillermo Chávez pinta el mural “Alegoría por la paz”.

1997. Se crea el museo Pantaleón Panduro, para albergar las cerámicas premiadas desde 1977, cuando se instauró el certamen.